Dluro's

La Luz es el color de Dios.

El blanco es el color que Dios nuestro Señor elige para hablar, si le preguntas a quien ha pasado por peligro de muerte te dice que era un túnel, había un resplandor, y era todo blanco. En momentos en que nos golpeamos, vemos todo negro, estrellitas y pajaritos revoloteando sobre nuestra cabeza total, Dios me ha dado la dicha de no recordar si es en realidad: blanco o negro.

El mes de noviembre, era para sellar mi programa de operaciones a las partes de mi cuerpo, en una, no me aguanté las ganas de beber agua, y en la antesala de la cirugía, hice uso de mis habilidades para el entendimiento con el anestesiólogo, hablamos de todo un poco: belleza sexo, galantería egos crecidos y muchas pa! Labras sueltas.... hasta que al final me quedé dormida, al preguntarle al doctor si había hecho o dicho, me decía; que pregunté en muchas ocasiones ¡Doctor cuando me va a operar?. Me sorprendió el oírle decir que hablaba dormida durante los efectos de la anestesia.

23 días después me reencuentro en un espacio similar con el traumatólogo, y como era mi segunda vez con él, opté por obviar los pormenores y detalles. Ante la duda del anestesiólogo a tocar por novena vez las vértebras lumbares para una anestesia local; Me di al más completo abandono desde el momento en el que entré. Algo me decía que el doctor Romero iba y venía, pero en realidad no era conciente para recordarlo. Me sentí en un profundo sueño, vi al blanco luminoso y resplandeciente de una mesa como la de los pudientes y adinerados, solo que humildemente me senté en el cabezal y haciendo ángulo recto, una señora de tez blanca lentes y pequeña como..”rellenita”...pero, no gorda; se veía sentada junto a mí, y comenzó hablarme, no recuerdo bien como comenzó esta conversación, solo me quedó que Dios quiso permitirme lo recordara, Se trataba de unos consejos que me daba sobre el amor de la Madre, (María Santísima) y de la madre-mujer, como al más inmenso, que no debería perder. En el tiempo, y por mi estado de inconciencia por los efectos de la anestesia, no supe predecir cuánto, si había durado como un sueño; largo y profundo, o si en cambio, había sido un lapso breve, sólo sé que el Señor se encargó de guardarlo en mi memoria. Al salir del hospital ; hablaba de ello y en cada día me preguntaba : ¡ que Señora era aquella?, porque María la virgen no fue y al paso del tiempo, pedí a Dios me permitiera descubrirlo,. Mientras me abnegaba para encontrar en el tiempo de semana Santa una cercanía y el perdón de mis pecados, accedo a ir a la casa de la playa, y fue allí entonces donde pude descubrir que esa anciana que me hablaba de los hijos, del amor piadoso hecho entrega, era María Dolores una abuelita recluida en San Vicente de Paúl, durante el mes de noviembre.

De mi cirugía me recuperé en una forma asombrosa, y en febrero me esfuerzo por asistir a una charla que por costumbre se da cada año en el asilo y donde en cada una era el Padre José María Rivolta el invitado; por su fuerza, en la palabra y su poder de llegar como un espíritu divino, mucho lamento que María Dolores no lo hubiese conocido. Lo curioso fue que mientras iba él, no llegué asistir y este año, si fui.

Llego, había comenzado, hacia mucho calor y me siento en la hilera de sillas en la parte de atrás, con menos mujeres, si recuerdo a una señora con una andadera, estaba a dos o tres sillas de mi, el monólogo del orador me resultó un tanto chocante, sin embargo por el esfuerzo y el atractivo de las rifas me quedé, además era lo menos aburrido que tenía por hacer en la agenda de ese día, hubo un comentario de quien tristemente sustituyó a la eminencia en charlas, que la abuelita y yo no compartimos; por mi intuición noté que le agradé a la señora, Recuerdo que comenzó hablarme de su hija, su vida y su fallecido esposo a quien a pesar de los años necesitaba, de las vueltas que tuvo que dar para ir a parar en ese lugar y ahora sentada junto a mi. Llegó el descanso para la rifa, fui por dos cafés y continuamos conversando. Al momento de la selección de los números, ella se gana una cesta de colocar panes o cosas así, yo se la retiro. Al final un sacerdote dio unas palabras y algunas oraciones. Recuerdo que la señora María tenía un rosario al cuello y un cristo que presurosa me dio para la oración final que el sacerdote anunció hacer. En ese momento aprovechó para decirme que era la guía del rosario en el asilo. En medio de su entusiasmo por mi hallazgo, me plantea hacer un libro acerca de sus testimonios que incluyan los de su hija por su singularidad. Debo reconocer que la idea era para mí apetitosa y que me daría un plazo para asistir a las visitas y así poder conocerle. Lo que en realidad quería era dar con la mujer que aquella mañana se apareció en mi subconsciente.

Dluros

8-2-2008

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